Es un evento del cual gozan miles de cajamarquinos, turistas nacionales y extranjeros; que siguen al milímetro el paso de las diversas comparsas y patrullas, a lo largo de más de cuatro kilómetros, durante un poco más de 6 horas que dura el espectáculo.

La expectativa es creciente conforme pasan las horas, hasta que hacen su aparición las tradicionales comparsas de los barrios más populosos como San Pedro, San Sebastián, pero sobre todo Cumbemayo, galardonado varios años por sus trajes costosos y el diseño que es fruto del talento de todos sus integrantes, que a pulso cada uno confecciona.

La fiesta más popular y espectacular de la región Cajamarca, sirve al margen de la alegría propia del evento para unir a pobladores de la ciudad y el campo. Y son precisamente delegaciones de la zona rural quienes le dan un toque singular a este concurso luciendo sus trajes típicos, además de entonar cánticos con letras picarescas acompañados de silbidos de las mujeres.

Según recuerdan los cronistas de la época, el Carnaval de Cajamarca nació en 1930 con la presencia de carros alegóricos que lucían adornados con flores y las soberanas, costumbre que se arraigaría en el tiempo y que han convertido a esta ciudad en la Capital del Carnaval Peruano.

Lo que ha perdido vigencia es el juego con talco perfumado, los chisguetes de éter, papel picado y serpentinas con mensajes impresos, generalmente de amor.

“Para qué mi Dios haría carnavales en febrero, para andar en tanto barro y en tantísimo aguacero”, reza una de las miles de coplas que entonan los carnavaleros, que al menos en este día del Concurso de Patrullas y Comparsas no se cumpliría.